
u pintura es sentimental, generosa, soñadora, sensitiva, llena de luces y perfumes, de tintas refinadas, empastadas con el gusto del siglo pasado y la rebusca de hoy, y con el dibujo en plena libertad en la arquitectura de una luz esculpida con fuerza y con la pasión de una materia que se pierde para tenderse en leves cromáticos toques.
La pintura de Otazzo tiene la esperanza, la resignación, la fe. Cada cuadro es como un vuelo al cielo en contínua busqueda por interpretar el grito de la humanidad, es casi un momento de reflexión y de invitación a investir la conciencia civil de los hombres, por ello su pintura jamás abandona los temas sociales.
a pintura del Maestro tiene el desconsuelo del hombre de cultura autodidácta que descubre como la cultura ni tomó el poder ni tampoco se bate por cambiar lo que produce utopías, las razones de nuestra voluntad y de nuestra imaginación. Y la pintura de Otazzo tiene no sólo la voluntad, no sólo la valentía, sino que tiene la curiosidad de penetrar en el alma de las cosas, de dar a las figuras que él crea, los sentimientos, la constancia de la razón donde la busqueda, tradición y renovación son entendidas en el sentido justo.
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